Los usos comerciales de la Inteligencia Artificial (IA) se han expandido constantemente en los últimos años en los sectores de las finanzas, la atención sanitaria, la educación y otros. Ahora, en el contexto del COVID-19 y las restricciones de viaje, muchos países han recurrido a tecnologías innovadoras para detener la propagación del virus. La pandemia, por lo tanto, ha acelerado aún más la tendencia global de expansión de la IA, que también tiene mucho que decir en el ámbito energético.
La rápida evolución de la tecnología inteligente está ayudando a hacer que la generación y distribución de energía sean más eficientes y sostenibles. La IA y el Big Data se han convertido en una necesidad absoluta, ya que, además de facilitar y optimizar los procesos, son herramientas básicas para agilizar la toma de decisiones.
Con el cada día más rápido cambio a fuentes de energía renovables, la IA puede ayudar a reducir los costes operativos y aumentar la eficiencia. Lo más importante es que las redes inteligentes impulsadas por IA pueden gestionar el suministro, lo que ayuda a maximizar el uso de la energía solar y eólica.
La Inteligencia Artificial puede ser de gran utilidad para el consumidor, convirtiéndole en parte activa del mercado energético al producir, consumir y almacenar su propia energía.
Sin embargo, la instalación de potentes herramientas de IA sin experiencia previa conlleva riesgos considerables como pérdida de datos, mala personalización, fallos del sistema o acceso no autorizado. Todas estas situaciones pueden desencadenar enormes costes.
¿Qué impacto tiene la Inteligencia Artificial en el consumidor?
Los smartphones, los contadores inteligentes, los puntos de carga y los termostatos conectados son algunos de los términos que se han vuelto cotidianos en el ámbito del hogar inteligente, un concepto que cobra mucho más sentido si añadimos paneles fotovoltaicos en los tejados.
La Inteligencia Artificial puede ser de gran utilidad para el consumidor, convirtiéndole en parte activa del mercado energético al producir, consumir y almacenar su propia energía. A su vez, el comportamiento de los usuarios genera datos, lo que ayuda al sistema a mejorar su eficiencia y a integrar cada vez más a las energías renovables.
Pero la recopilación de datos domésticos plantea preocupaciones de privacidad. Los consumidores deben estar claramente informados sobre cómo se utilizan sus datos y por quién. La seguridad de los datos debe estar garantizada, definiéndose las regulaciones de privacidad del consumidor con protocolos de ciberseguridad para prevenir el robo de datos.
Fuente: IRENA.
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Graduado en Periodismo por la Universidad Complutense. Redactor en energynews.es, movilidadelectrica.com e hidrogeno-verde.es.
Cada vez más la IA se está aplicando a sistemas totalmente diferentes, desde la domótica a otros aspectos cotidianos. Y es de favorecer que se destinen recursos a investigar hasta dónde se puede llegar.