España mejoró en 2019 los indicadores de sostenibilidad asociados al consumo de energía y las emisiones asociadas. A diferencia de otros años, la mejora de los indicadores no se debe a factores coyunturales, sino a cambios duraderos en las fuentes de energía. Entre ellos, la desaparición del carbón del mix eléctrico del sistema energético español.
La información parte de la cátedra BP de Energía y Sostenibilidad, resultado del acuerdo de BP España y la Universidad Pontifica de Comillas. Concretamente, del informe 2020 del Observatorio de Energía Y Sostenibilidad.
El Informe señala que en 2019 el sector energético español consumió 6,11 exajulios (EJ) de energía primaria. Además, que emitió, una vez descontadas las exportaciones, 291 millones de toneladas (Mt) de CO2. Asimismo, su valor añadido creció más de un 4%.
En contrapartida, aumentó la factura energética un 2,3% y los costes externos se situaron en un 1,5% del PIB.
Entre las conclusiones del informe: durante 2019 el sistema energético español ha mejorado en prácticamente todos los indicadores de sostenibilidad asociados al consumo y las emisiones.
La causa radica en el significativo descenso del uso de carbón para la producción de electricidad.
Mejora de sostenibilidad del sistema energético español
A diferencia de lo que ocurría en años anteriores, las buenas noticias no se deben a factores ambientales no controlables, como el ciclo hidrológico. Más bien, radican en cambios, en principio, perdurables, en las fuentes de energía primaria empleadas.
Esto se hace más evidente cuando comparamos las emisiones observadas en 2019 con las que se hubieran producido si el año hubiera sido climatológicamente medio. De haber sido así, el consumo de energía primaria y las emisiones de CO2 apenas habría cambiado, con variaciones estimadas de alrededor de un 0,1%.
Asignaturas pendientes
Sin embargo el sistema energético español debe mejorar su dependencia exterior. En 2019, fue superior al 90%.
Adicionalmente, el sector del transporte, que sigue siendo el principal emisor y consumidor de energía de la economía española, incrementó su demanda. Y lo hizo tanto en el transporte de viajeros (1,2%), como de mercancías (3,2%). La mayor parte de este aumento lo absorbió el transporte por carretera, menos eficiente y difícil de descarbonizar que otros medios como el ferrocarril.
También es preocupante el aumento de la factura energética a pesar de la disminución del consumo de energía y los precios internacionales de los combustibles. Según el informe, la explicación radica en que durante 2019 crecieron los precios finales del gas natural y los derivados del petróleo; asimismo, la demanda de aquellos sectores más demandantes de estos vectores energéticos, especialmente el transporte.
La única solución a este respecto, señalan, más allá de mejoras en la fiscalidad que pueden ser únicamente transferencias, es: la promoción del ahorro energético, así como la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles, cuyos precios y volatilidad están fuera de nuestro control.
Dicho gasto energético no incluye los costes externos debidos a la contaminación o la congestión. Cuando se incorporan los costes externos de la contaminación, el valor añadido del sector energético español se reduce en gran medida: éstos alcanzan una cuantía de un 1,5% del PIB.
Una asignatura más
Finalmente, el informe de este año incluye, por primera vez, un análisis de los indicadores de pobreza energética y su evolución. Atendiendo a los indicadores oficiales, en 2019 hubo una mejoría en todas las métricas respecto a 2018.
No obstante, cuando analizamos el gasto en energía de los hogares respecto a un umbral absoluto de ingresos, y no respecto al gasto energético medio de todos los hogares, se observa un empeoramiento. El motivo es que 2018 fue un año especialmente frío. Como resultado, el gasto energético medio se incrementó, enmascarando así los hogares en riesgo de pobreza energética. Esto pone de manifiesto, una vez más, la importancia de contrastar diferentes métricas y metodologías en la medición la pobreza energética.
Retos del actual modelo energético español
Aunque el año 2019 supuso una mejora en muchos indicadores de sostenibilidad, el sector energético español continúa presentando importantes retos futuros.
El informe indica que se requiere el despliegue de políticas ambiciosas, que envíen señales adecuadas a inversores y consumidores. Entre ellas, las que tienen que ver con: la integración de cuotas cada vez mayores de energías renovables y del almacenamiento asociado; la reducción de las emisiones en el transporte y en los edificios; o la descarbonización de la industria.
Además, será necesario contar con medidas que protejan a los perdedores de la transición, y que aseguren un impacto equitativo de las políticas de descarbonización.
La Ley de Cambio Climático y Transición Energética, y los numerosos documentos estratégicos elaborados en 2020, proporcionan un marco apropiado para avanzar en este despliegue. Pero consideran necesario combinar estos objetivos de largo plazo con instrumentos de más corto plazo.
Concretamente, es fundamental contar con una señal de precio de CO2 estable y creciente en el marco de una reforma fiscal verde, amplia y coherente; un diseño apropiado de los mercados energéticos; y señales y medidas que promuevan la innovación energética y la competitividad industrial en un contexto global. Esta última línea de actuación, además, permitirá aliviar el impacto de la transición en los sectores más negativamente afectados.
Por último, habrá que proteger a los consumidores vulnerables de los impactos negativos de las señales económicas mencionadas.
En este sentido, pueden ayudar: el proyecto de creación del Fondo Nacional para la Sostenibilidad del Sistema Eléctrico; la metodología de peajes o cargos; o la normativa de acceso y de incorporación de agentes al sistema eléctrico. Aunque, señalan, es preciso terminar de diseñarlos con precaución para evitar que generen distorsiones o impactos no deseables.
Plan de Recuperación
Además, todos estos instrumentos deben combinarse dentro del Plan de Recuperación para conseguir un modelo energético más sostenible. Es decir, más asequible, más limpio, y más justo.
Para ello, las inversiones deben seleccionarse cuidadosamente, y con la transparencia necesaria, de forma que no favorezcan intereses sesgados o cortoplacistas. Y, entre las prioridades, las inversiones deben enfocarse en la creación de valor sostenible y distribuido en la pequeña y mediana empresa. Es lo que impulsará la competitividad de nuestra economía y la generación de empleo. En el ámbito de la descarbonización, los fondos deberían destinarse a aquellos sectores más difíciles de transformar, de forma que supongan la mayor adicionalidad posible.
Esther de Aragón es licenciada en Geografía e Historia. Lleva varias décadas trabajando para medios de comunicación de diferentes sectores. Además, es escritora y ha publicado libros de temática tan diversa como: guías de viaje, un libro sobre el vehículo eléctrico o una novela