La Agencia Internacional de la Energía (AIE) advierte de que “un brusco abandono de la energía nuclear en el mundo podría suponer una seria amenaza para la seguridad de suministro y para la consecución de los objetivos climáticos”.
En su informe Nuclear Power in a Clean Energy System, la AIE indica que, de no resolverse el panorama incierto de la energía nuclear en varios países del mundo, se incrementarían las emisiones de carbono en varios miles de millones de toneladas.
De hecho, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en su informe Climate Change and Nuclear Power 2018, subraya que la energía nuclear ha evitado la emisión de más de 68.000 millones de toneladas de CO2 desde 1970, el equivalente a cinco años de emisiones del sector eléctrico mundial. Cada año, el parque nuclear en funcionamiento en el mundo evita la emisión de cerca de 2.000 millones de toneladas de CO2.
Los estudios del OIEA reflejan que, sin la contribución nuclear, las emisiones mundiales anuales derivadas del uso de la energía aumentarían en un 6%, lo que agravaría aún más el poder alcanzar los objetivos medioambientales de descarbonización de la actividad económica establecidos por la comunidad internacional para los horizontes de 2050 y fin de siglo. La energía nuclear es, actualmente, la segunda fuente de generación de electricidad baja en carbono en el mundo –con el 10% del total generado-, tras la energía hidráulica con el 16%.
A los 450 reactores nucleares en operación en 31 países, hay que sumar 52 nuevas unidades en construcción en 19 países, la mayoría en el sudeste asiático, Rusia y Emiratos Árabes Unidos. Hay que destacar que a lo largo de 2018 se conectaron a las redes eléctricas de distintos países nueve reactores nucleares, y que otros cuatro lo han hecho en lo que llevamos de año. Unos datos que revelan la importancia que sigue teniendo la energía nuclear.
La necesidad de garantizar el suministro energético y la obligación de los compromisos climáticos establecidos en los distintos acuerdos internacionales y europeos han hecho que, al menos, 13 países hayan decidido aprobar la continuidad de la operación de la mayoría de sus reactores en operación. Así, hay 145 unidades –más del 30% de los reactores nucleares existentes en el mundo- a las que los distintos organismos reguladores les han concedido autorización para operar más allá de 40 años. Esta continuidad constituye una estrategia acertada y realista para poder cumplir simultáneamente con los aspectos básicos del desarrollo sostenible.
En España –de manera análoga- el actual borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 define un escenario objetivo para 2030 que contempla la continuidad del funcionamiento de nuestro parque nuclear, compuesto por siete reactores y que genera más del 20% de la electricidad consumida anualmente en el país.
Las solicitudes de renovación de las autorizaciones de explotación presentadas ya en 2019 -y las que se prevé presentar en los próximos años- son congruentes con ese escenario. En este sentido, en el primer trimestre del año se ha procedido a presentar la solicitud de la renovación de las autorizaciones de explotación actualmente vigentes de las centrales Almaraz I y II (Cáceres) y Vandellós II (Tarragona).
Volviendo al inicio, en las conclusiones de su informe, la Agencia Internacional de la Energía destaca que “los políticos tienen la llave del futuro de la energía nuclear. El diseño de los mercados eléctricos debe poner en valor los atributos medioambientales y de garantía de suministro de la energía nuclear y de otras fuentes limpias de energía. Los gobiernos deberían reconocer la competitividad de la continuidad de la operación de las actuales centrales nucleares en servicio”. Una recomendación que, desde Foro Nuclear, consideramos importante que se tenga en cuenta para abordar la transición energética en marcha.
Periodista de cuándo se maquetaba con tipómetro (no, no hace tanto...). Toda una vida dedicada a escribir sobre energía y acerca de cómo la movilidad cambia (para bien) la vida de las personas.