El artículo de César Asensio, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, se centra en la importancia del sonido, el ruido y la acústica. La pandemia paralizó las acciones previstas para dar relevancia al problema de los niveles sonoros que nos rodean. En contrapartida, también contribuyó a una reducción de esos niveles sonoros en las ciudades sin precedentes. Mañana, 28 de abril se celebra el “Día Internacional de la Concienciación frente al Ruido”.
Estaba previsto que 2020 fuera el Año Internacional del Sonido, pero la pandemia trastocó todo. Curiosamente, durante las restricciones, vivimos una significativa reducción de niveles sonoros. Y eso también consiguió dar relevancia al problema. Precisamente, hace un año ya hablamos del informe sobre ruido ambiental en Europa publicado por la AEMA Enviromental. Según el mismo: el 20 % de la población europea, es decir, más de 100 millones de personas, está expuesto a niveles de ruido prolongados que resultan perjudiciales para la salud.
El profesor Asensio explica en su artículo que las restricciones de movilidad del COVID-19 forzaron esa reducción de manera prolongada y notable. Las causas: menor circulación de vehículos; eliminación de atascos; cancelación de vuelos; menos gente en las calles; toques de queda que, prácticamente, han erradicado el ruido del ocio nocturno. Y añade que ese nivel:
“Se ha medido en muchas ciudades, pero no hacía falta, se percibía a oído”.
Menos ruido y más paisaje sonoro
Un menor ruido durante la pandemia nos devolvió sonidos que estaban ocultos, “enmascarados por el tráfico”. El paisaje sonoro se transformó radicalmente, llenándose de tranquilidad. La ausencia de gente, incluidos niños, en parques y calles y las terrazas desiertas eran una “siniestra prueba del contexto”.
Por otro lado, con este ambiente sonoro más apagado, cada sonido adquiría un protagonismo especial: el paso de una ambulancia, una conversación, el sonido de un móvil, una moto, un martillo neumático… Todo ello llegaba a distorsionar el silencio.
Además de reducirse la contaminación acústica, aumentaron los ruidos, sobre todo, en las viviendas. De hecho, las denuncias por ruido se han multiplicado, lo que demuestra que una parte del problema, derivado de las agresiones sonoras, es más visible. Así lo explica el profesor:
“Estuvimos más tiempo en nuestras viviendas, y nuestros vecinos también. Y nos dimos cuenta de lo ruidosos que son ellos. Nos dimos cuenta de las carencias de aislamiento acústico de nuestras viviendas. Y, nos dimos cuenta de que, cuando no es posible huir, su presencia puede resultar insoportable”.
Recuperando ruido y contaminación acústica
Con el desconfinamiento, y la vuelta de la movilidad, empezamos a recuperar la contaminación acústica. Pronto, suponemos, también se retomará plenamente la actividad en las calles y desaparecerán los toques de queda. Pero, quizá, deberíamos aprovechar este inusual protagonismo de la acústica para integrar plenamente la lucha contra el ruido en toda estrategia municipal. La cuestión es que hay muchas personas que no pueden huir de este contaminante.
Además, el ruido puede llevarnos a sentir estrés y ansiedad. Lo que puede empezar como un problema de molestia, se va transformando en un problema cada vez más serio. Y no todas las personas se ven afectadas de la misma manera, en un mismo barrio o, incluso, en una misma vivienda. Asensio señala que no hay que minimizar su importancia, sobre todo, si tenemos en cuenta que en muchas ocasiones:
“La respuesta subjetiva de una persona puede verse agravada por la falta de sensibilidad, empatía o transparencia de los responsables de la gestión del ruido”.
Planificar desde las instituciones municipales
En las ciudades se acumulan fácilmente muchos de los problemas asociados al ruido. Por esto resulta necesario planificar la acústica de la ciudad. Indica César Asensio:
“Es fundamental que los ayuntamientos cuenten con profesionales que sepan de acústica. Profesionales que puedan poner cordura acústica al planeamiento urbanístico. Porque en los ayuntamientos ya suele haber personas que saben de movilidad, de licencias, de urbanismo, incluso de calidad del agua, residuos o eficiencia energética. Pero, casi nunca hay alguien que sepa de ruido. Alguien que, además de gestionar quejas o realizar mediciones, se preocupe de planificar las mejoras acústicas para que en el futuro la ciudad sea más silenciosa y más saludable.
Debemos tener en cuenta que el ruido de dentro de 20 años se está gestando hoy. Por lo tanto, es ahora cuando deben abordarse las soluciones. La insalubridad que produce el ruido debe ser tenida en cuenta, valorada y ponderada, más allá de la molestia. Los residentes no son sujetos pasivos de la gestión, son una pieza fundamental. Su salud está afectada, pero además, forman parte del problema”.
Para el profesor, es necesario que se conozcan los riesgos. Así, los ciudadanos comprenderán las necesidades, podrán fomentar la empatía y promover una gestión participativa del problema.
Así, el Día Internacional del Ruido es un paso en esa dirección. Sin embargo, no puede suplir el necesario esfuerzo continuado de concienciación por parte de las autoridades, especialmente las autoridades locales:
“Alcaldes y alcaldesas, entiéndanlo, no es molestia, es salud. Hagan crecer la idea en todas las áreas del ayuntamiento. Fomenten un observatorio del ruido. Gestionen el ruido, no se olviden de la contaminación acústica. Gestionar el ruido es una inversión, no un gasto”.
Esther de Aragón es licenciada en Geografía e Historia. Lleva varias décadas trabajando para medios de comunicación de diferentes sectores. Además, es escritora y ha publicado libros de temática tan diversa como: guías de viaje, un libro sobre el vehículo eléctrico o una novela