Donald Trump asumirá la presidencia de Estados Unidos en enero, marcando un posible giro en las estrategias energéticas del país. Este nuevo panorama ya genera inquietud entre los principales líderes de las energías renovables. Las empresas alemanas RWE y Siemens Energy han alertado sobre los desafíos para financiar proyectos de energía eólica marina, mientras que las compañías danesas Ørsted y Vestas se enfrentan caídas significativas en sus cotizaciones bursátiles. Este contexto plantea incertidumbre para el futuro de las energías limpias en uno de los mercados más grandes del mundo.
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El director financiero de RWE, Michael Mueller, y el director ejecutivo de Siemens Energy, Christian Bruch, advirtieron sobre el aumento de los riesgos para los cronogramas de los proyectos, en particular para los proyectos de energía eólica marina estadounidenses planificados hasta fines de la década de 2020 y principios de la de 2030.
Planes de energía eólica marina en Estados Unidos
Siemens Energy, que tiene planes de suministrar 4,2 gigavatios (GW) de energía eólica marina a los EE. UU., y RWE, que se asocia en una empresa conjunta de 3 GW, han advertido de posibles retrasos en las aprobaciones de permisos. Michael Mueller señaló específicamente las preocupaciones sobre el cronograma de aprobación de 2026, que puede verse alterado debido a los posibles cambios de política de Trump.
Los inversores se muestran cautelosos ante los cambios regulatorios, pues temen que las políticas de Trump puedan debilitar el apoyo a las energías limpias, especialmente la energía eólica marina y el hidrógeno. Gilles Guibout, de AXA Investment Managers, mencionó que el potencial de crecimiento de la energía eólica marina en Estados Unidos podría disminuir con Trump.
Los comentarios anteriores de Trump criticando la energía eólica marina han afectado la confianza del mercado, y las acciones de empresas como Orsted, el mayor desarrollador de energía eólica marina, cayeron significativamente.
Trump y las energías renovables
El presidente electo Donald Trump ha amenazado con retirar a Estados Unidos tanto del Acuerdo de París como de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC). Este movimiento dejaría al país sin compromisos internacionales para reducir emisiones, justo cuando los expertos urgen a acelerar las acciones para frenar el cambio climático.
En este contexto, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), todo un avance en la política climática de Estados Unidos, se enfrenta a un futuro incierto. Con 361.000 millones de dólares en incentivos para energías limpias, esta legislación ha impulsado la economía en numerosos estados, especialmente los republicanos. Sin embargo, su posible revocación podría desviar inversiones por un trillón de dólares hasta 2050 y reducir el PIB en un 1% anual para 2030.
El plan energético de Trump también contempla dedicar grandes terrenos para la extracción de petróleo y minerales, a costa de eliminar protecciones ambientales esenciales. Esto no sólo amenaza especies en peligro, también pone en riesgo importantes lugares de importancia arqueológica, además de intensificar el debate sobre sostenibilidad y desarrollo económico.