El informe Seguimiento del ODS 7: Informe de progreso energético publicado por IRENA concluye que todavía existe una gran desigualdad energética entre regiones. África es la más afectada.
La Agencia Internacional de Energía (AIE), la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (UNDESA), el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS) publican un informe que evidencia que las desigualdades en el acceso a la electricidad son cada vez más evidentes.
«Si bien más de mil millones de personas obtuvieron acceso a la electricidad en todo el mundo durante la última década, el impacto financiero de COVID ha hecho que los servicios básicos de electricidad sean inasequibles para 30 millones más de personas, la mayoría ubicadas en África», afirma el estudio. «Nigeria, la República Democrática del Congo y Etiopía tenían los mayores déficits de acceso a la electricidad, y Etiopía reemplazó a la India en el top 3«, apuntan.
A nivel mundial, el número de personas sin acceso a la electricidad se redujo de 1.200 millones en 2010 a 759 millones en 2019. La electrificación a través de soluciones descentralizadas basadas en energías renovables, en particular, ganó impulso. El número de personas conectadas a minirredes se ha más que duplicado entre 2010 y 2019, pasando de 5 a 11 millones de personas.
Sin embargo, con las políticas actuales y planificadas y más afectadas por la crisis de COVID-19, se estima que 660 millones de personas aún no tendrían acceso en 2030, la mayoría de ellas en África subsahariana.
Propuestas para romper la desigualdad energética
Según el informe, se han logrado avances significativos desde 2010 en varios aspectos del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), pero el progreso ha sido desigual si se analiza por regiones.
El informe examina varias formas de acabar con la desigualdad energética y alcanzar los objetivos del ODS 7. La principal de ellas es el objetivo de ampliar significativamente las energías renovables, que han demostrado ser más resistentes que otras partes del sector energético durante la crisis de COVID-19.
«Si bien la energía renovable ha experimentado un crecimiento sin precedentes durante la última década, su participación en el consumo total de energía final se mantuvo estable a medida que el consumo mundial de energía creció a un ritmo similar», afirma el análisis. «Las energías renovables son más dinámicas en el sector de la electricidad, alcanzando alrededor del 25 por ciento en 2018, mientras que el progreso en los sectores de calor y transporte ha sido mucho más lento», matizan.
Se necesita un compromiso político más fuerte
«Acelerar el ritmo del progreso en todas las regiones e indicadores requerirá un compromiso político más fuerte, una planificación energética a largo plazo y políticas adecuadas e incentivos de escala para estimular una adopción más rápida de soluciones energéticas sostenibles», prosigue Irena.
Aunque las inversiones en energía limpia continúan proviniendo principalmente del sector privado, el sector público sigue siendo una fuente importante de financiamiento y es fundamental para apalancar el capital privado, particularmente en los países en desarrollo y en un contexto post-COVID. Uno de los indicadores más recientes del informe, los flujos financieros públicos internacionales hacia los países en desarrollo, muestra que el apoyo financiero internacional sigue concentrado en unos pocos países y no llega a muchos de los más necesitados.
Periodista de cuándo se maquetaba con tipómetro (no, no hace tanto...). Toda una vida dedicada a escribir sobre energía y acerca de cómo la movilidad cambia (para bien) la vida de las personas.